lunes, 16 de noviembre de 2015

Camino de hojas secas

Salí de casa y me dirigía a mis clases de por la tarde, el anochecer se cernía por mi cabeza ya con este cambio de horario. Caminaba tan tranquila cuando en una de las calle más estrechas escuché un ligero ruido detrás de mí. Me di la vuelta y no veía nada. Continué mi camino creyendo que eran alucinaciones mías causadas por el dolor de cabeza que llevaba pegado a mí desde después del almuerzo.

Otra vez oí aquel ruido, me volví a dar la vuelta y de nuevo no veía nada. Un poco mosqueada continué y seguía escuchando aquel ruido, entonces, llegué a la conclusión de que alguien me seguía pero no sabía donde estaba, no le veía.


Acto seguido, empecé a andar más deprisa, estaba bastante incómoda ante la situación. A continuación, llegué a la calle más alargada de mi trayecto, esa calle llena de hojas secas en el suelo a causa del Otoño, formando un largo camino de tonos rojizos, amarillentos, ocres y anaranjados. 

El sonido de mis botas se hacía fuerte en el silencio de la calle, estaba bastante solitaria. A continuación, el sonido de las hojas al crujir debajo de mis pies, formaban un coro ensordecedor a la situación tan extraña en la que me encontraba. 

Mis alucinaciones causadas por las jaquecas me jugaron una mala pasada hasta el punto de confundir la rueda de un sucio contenedor de basura orgánica, con un pequeño y hermoso gato negro. Perdí los nervios por completo, sólo quería llegar ya a mi destino a toda prisa y a toda costa sin importarme mis molestias.


La desesperación se apoderó de mí, la calle se hacía cada vez más oscura y mi corazón latía más deprisa.


Al volver la vista atrás, tuve un choque con una persona. Al girarme para disculparme por mi enorme despiste, la vi... enfrente de mí... jamás me había alegrado tanto de ver a alguien y más en aquel momento; era Cecilia.

Estaba allí con su pelo negro azabache y sus ojos oscuros. En sus gafas se reflejaba la luz tenue de las farolas. Me miró extrañada y me fui corriendo.

Al llegar a la puerta del centro donde recibo las clases, el sonido se detuvo, lo oía cerca. Al encontrar un poco de claridad en mi cabeza, me di cuenta de que eran el sonido de mis llaves chocando en el interior de mi bolso.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Inúndame

El optimismo me ha inundado hoy con mucha fuerza, eso me gusta. Me gusta poder sentirme fuerte y luchadora, aunque no se me de tan bien como a mí me gustaría. 
Realmente, no me gusta sentirme débil... es algo que no es compatible como me muestro hacia los demás, pero la vida no me ha querido tratar bien, me ha puesto piedras gigantes en el camino y apenas tengo ayuda para poder apartarlas.

Pero hoy todo es distinto, me siento con ganas de mover yo sola las piedras, así no tengo que depender de nadie. No, ya no necesito a nadie, todo lo voy a hacer por mí misma.

Jamás he sido una persona que dependa de alguien, pero como persona que soy, en cierto modo, a todos nos gusta que alguien nos tienda su mano para hacernos las situaciones un poco más amenas y agradables. Pero en mi caso se acabó, ya no necesito ninguna persona en ningún menester de mi vida.

Ya no me tengo que preocupar de si alguien no está a la hora de la verdad, pues, ya que se quede en su lugar, por mi parte se puede quedar allí.

Tengo fuerzas para afrontar lo que me venga. Puedo sentir como mis grilletes han aflojado.

Sólo le pido al optimismo que me inunde con tantas fuerzas, que apenas me haga más daño en el pozo tan oscuro en el que he caído. Que me inunde de esperanza y paciencia para escalar piedra por piedra el pozo para salir de él, pues es demasiado profundo y de que salga he de poner las cosas en su lugar. Sólo pido eso, que me inunde de valentía y coraje, que allá voy, pues siento mis cadenas a punto de romperse.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Dolor en las entrañas

La pasada noche me dormí sintiendo como regresabas, a mi lado otra vez. Tú y tus idas y venidas... siempre haces lo mismo. Vienes, me haces pasar los días tan dolorosos de mi vida y te vas sin nada que decir.

Me estrangulas hasta hacerme quedar inconsciente; haces que no tenga apetito, que no pueda llevarme nada a la boca sin que tú estés ahí molestándome en cada uno de mis movimientos y mis actos; me humillas y te ríes de mí. Sufro cada vez que estás a mi lado.
Por las noches no dejo de ir a un lado y al otro de la cama, a veces, no consigo ni pegar ojo de lo intranquila que puedo llegar a estar con tu presencia. Me levanto de la cama y me vuelvo a acostar, así son mis noches contigo. Si los días son laborales, voy a mis quehaceres comida por las negras ojeras que me provocas.
O si no, tengo que aguantar tu lengua fétida llena de veneno y tus palizas. Sí, eso te agrada. Te agrada ese dolor tan fuerte que hace que no me pueda tener en pie, ese dolor que me debilita y hace que blasfeme hacia lo más profundo de mi persona, dolor que me hace llorar e incluso pedir la muerte... estar contigo es insoportable y me quitas la vida.

Sé que en unos cuantos años te irás, te irás de mi camino y de mi lado y que te echaré de menos; pero ahora las cosas no son así. Siento entre dolores como me desangro y que no puedo hacer nada para evitarlo, es sumamente desesperante como me siento...

Te gusta hacerme llorar, pero más aún sonríes cuando no dejo de desesperarme en mi dolor... eres un ser maquiavélico, despreciable y ruin. Vas haciendo daño a tu paso. Vete, por favor, no quiero verte, me lastimas todo el rato; y caigo en esta profunda desazón.

Un fuerte dolor en las entrañas es lo que siento, dolor insoportable y desolador. Este dolor de entrañas es el fruto de una buena menstruación.