viernes, 14 de agosto de 2015

Lo qué pasó aquella fatídica noche de Invierno

Nunca olvidaré aquella fría y lúgubre noche de Invierno. Esa noche cambió mi corriente vida en otra que jamás hubiese imaginado.
Salí de aquella cafetería bastante tarde y se me ocurrió la idea de coger un camino más corto para llegar a mi apartamento, ya que estaba muy cansada de trabajar en la nueva columna del periódico en el que tantos años llevaba trabajando desde que empecé a ser una becaria.
Así que, con el abrigo abrochado hasta el cuello, la bufanda bien liada en mi cuello y el gorro de lana en la cabeza, cogí mis documentos y mi ordenador portátil y salí de aquel agradable y cálido lugar.

La noche era muy lúgubre y estaba impregnada por un leve olor a podrido en sus calles. Para tomar mi ansiado atajo tenía que atravesar toda una calle comercial y un callejón al final de la misma, y así poder coger el autobús que me llevaría hasta la parada más cercana de la zona en la que vivía.

Con paso firme y decidido, llegué hasta la calle comercial. No estaba muy vacía y se podían ver aún a personas transitando los bares y cafeterías de la misma. Tras pasar la inmensa calle, llegué por fin al callejón. En el callejón hacía más frío que en el resto de la ciudad, pero no importaba, el único pensamiento que tenía era el de llegar ya a mi ansiado apartamento, poner los bártulos sobre la mesa y acostarme en mi cama.

En el callejón apenas había luz, estaba alumbrado por dos mugrientas farolas. Estaba muy oscuro y el olor a podrido emanaba de él con fuerza. Me subí la bufanda hasta la nariz para evitar oler aquel asqueroso olor, y fui decidida a cruzar el callejón y acabar una vez con todo aquello. A medida que iba cruzando, el callejón se me hacía más ligero de andar, eso me gustaba. Pero a mitad de camino, me encontré de cara, el suceso que cambió mi vida para siempre.

Mientras andaba, vi una sombra en el callejón de una persona, seguí avanzando y vi el bulto con más claridad. Era un hombre, de edad más o menos joven, con el pelo peinado hacia atrás y portaba simplemente una camisa de seda, un pantalón negro y unos zapatos bastante elegantes. Se encontraba echado en la pared como si esperase a algo o alguien.

<<Estará borracho.>> pensé.

Seguí caminando con determinación y mientras pasaba a su lado, me agarró fuerte del brazo que mis documentos cayeron al suelo, embarrándose. Fui a cogerlos de forma apresurada y a decirle unas cuantas cosas a aquel imbécil; pero cuando fui a agacharme a coger los documentos, él me cogió por la cintura y me puso contra la pared. El ordenador portátil y mi gorro de lana, cayeron también al suelo.

El individuo comenzó a desgarrarme de forma violenta la bufanda y a desabrocharme los botones de mi abrigo. Entonces, un pequeño halo de luz de la luna, hizo que le viera el rostro a aquel ladrón, violador, o lo que fuese.

Tenía el rostro muy pálido y unos ojos enormes y brillantes. Además, tenía unos rasgos marcados que mostraban una perfección única. De pronto, abrió la boca y mostró unos grandes colmillos afilados y brillantes. Era un Vampiro. Era mi fin.

Me mordió en el cuello con una fuerza aterradora. Sentía como iba absorbiendo cada gota de sangre de mi ser y como iba desfalleciendo todo mi ser rápidamente. Me sentía confusa y tenía la vista muy nublada y apenas veía nada con claridad. De repente, caí en el suelo muriéndome.

Con la vista nublada, distinguí a aquel ser del Averno acercarse a mí, pensé que me iba a dar la estocada final; pero de pronto, se mordió su muñeca y la sangre brotaba con fuerza. Me puso la muñeca en la boca y la sangre entraba en mi cuerpo apenas con vida. Al cabo de unos minutos mi cuerpo estaba reviviendo. Veía en la oscuridad como nunca antes creía que podía hacerlo. Mi tez era pálida y de mi boca surgieron unos colmillos brillantes y perfectos. Me había convertido en una de los suyos.

Me ayudó a incorporarme y entonces lo vi a él con una claridad alucinante. Apenas podía percibir el frío del Invierno y mis cosas estaban tiradas por el suelo bastante mugrientas. Aún estaba un poco confusa por lo que había pasado. El Vampiro se encontraba allí mirándome con una tranquilidad aterradora. No dijo nada.

Al cabo de un rato cuando me encontraba algo más en mis cabales, él solo me dio algunas indicaciones de lo que podía hacer y lo que no siendo como él; también me dijo que de vez en cuando iría a buscarme y me visitaría para que nos fuésemos conociendo mejor. Después, desapareció.

Recogí mis cosas del suelo y viendo que amanecía, le hice caso en cuanto a la luz solar. Así que fui a un cementerio que estaba a las afueras de la ciudad y me oculté en un panteón de una señora bien adinerada del siglo XIX y me oculté allí, entre aquel esqueleto.

A la noche siguiente, comencé mi cacería sangrienta. Ahora entendía el placer de los Vampiros al beber sangre humana. Solo conocía ese placer en libros, pero ahora que lo había probado, era una sensación alucinante.

Pasados algunos años después de mi suceso y acostumbrada ya a "vivir" de esta forma, me digné a escribir este texto mostrando como la vida humana te puede cambiar en un segundo, ya que a mí, me cambió pero ya no puedo cambiarla más. Yo ya no estoy viviendo la vida, estoy viviendo la inmortalidad.

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